lunes, 12 de enero de 2004

La reforma del Estado

Por el Imperio del Derecho / Centro de Estudios Jurídicos


“Es difícil hacer que una persona entienda algo cuando su salario depende precisamente de que no lo entienda”, frase de Upton Sinclair que sintetiza lo difícil que es para un burócrata con trabajo, con cargo al presupuesto, que inicie, promueva un estudio, diagnóstico y proponga los cambios necesarios, en el quehacer del Estado, y así iniciar las reformas del Estado, que son vitales y urgentes, como la fiscal, la de la democracia electoral, la del control del presupuesto y auditoría de la sociedad civil, la de una Ley de Partidos Políticos, la de sustituir la Corte de Cuentas por un ente apolítico, contralor de las cuentas nacionales y garante de la transparencia en la administración pública, entre otros urgentes contenidos de la reforma.


Un pacto fiscal está ya planteado y comienza su discusión. El enfoque más publicitado, que se le ha presentado, es el que se ve fácil, pero con consecuencias que deben ser meditadas y discutidas como es subir dos puntos al IVA (recordar el Pacto de San Andrés).


Es necesario que se analicen las varias alternativas del menú tributario que se han sugerido y que buscan combinar varias fuentes impositivas, ya que resulta difícil o muy improbable que para los próximos cinco años sea solo suficiente el ampliar la base tributaria y controlar con más eficiencia la evasión fiscal, la racionalización del gasto, la disminución de aranceles por el Libre Comercio. Todo será parte del debate, para financiar la inversión social, disminuir el déficit y la deuda pública.


El Fondo Monetario Internacional ya pidió al país realizar el ajuste fiscal de tres puntos porcentuales del producto interno bruto. La política fiscal sugerida es de aumentar los ingresos y modificar la edad de retiro.


No hay propuestas oficiales de las reformas del Estado que el país necesita; nos referimos al gobierno y tampoco de los partidos políticos, hoy en campaña presidencial, donde el énfasis de la inversión social no contempla con el grado de detalle necesario para que lo prometido no sea una ilusión o sueño. Es necesario que le pongan cifras y de dónde saldrá el dinero, cómo se financiarán las propuestas de los planes de Gobierno. Esto debe ser lo apremiante, para una reforma de Estado, que busca concertación, modernidad, eficiencia y transparencia. El dilatar más allá del presente año la discusión sobre las reformas políticas que necesitamos sería irracional, pues son impostergables en un moderno Estado de Derecho. Debemos pronto superar estas desventajas comparativas de nación, pero hay renuencias. No obstante, en abstracto, se habla del impulso a la educación, salud, vivienda y a la necesidad de la seguridad ciudadana y jurídica; la Ley de Murphy refinada se aplica a lo que han manifestado muchos, pero en voz baja: el sistema político actual debe renovarse.


Murphy dice: “Cuando las cosas van mal en alguna parte entonces es que pueden ir mal en todos los sitios”. Es importante emprender las reformas políticas. El Salvador fue el país con menos crecimiento económico de los de la región centroamericana y donde actualmente ocupamos el penúltimo lugar en materia de exportaciones.


La posibilidad más difícil es de enfrentar a la sociedad y a los votantes, con sus cotidianos y permanentes problemas, que no tienen solución instantánea, fácil o simple. No hay magia para esto. Algunos tendrán que prescindir de algo que consideren su legítimo privilegio. No parece recomendable para quienes solo aspiren a ser políticos pero ante el agotamiento, la reforma política en tiempo es una buena alternativa, para prever mejor futuro inmediato y debe ser el camino del estadista que El Salvador requiere.

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