Centro de Estudios Jurídicos
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos”, dijo hace casi dos mil años alguien cuyos dichos merecen ser tenidos en cuenta.
Esta es para muchos la frase más consoladora de toda la Biblia y produce un enorme alivio tener fe que los crímenes que vemos quedar impunes, las injusticias sociales, el irrespeto a las leyes humanas hechas para garantizar la paz social, los actos de corrupción, el aprovechamiento de cargos públicos en beneficio personal y no del pueblo, serán retribuidos por alguien a quien no se puede engañar. También es una convicción que moldea la actuación de muchos y establece las reglas de conducta que los guían. Sin embargo, no se puede pretender dejar la reparación de las injusticias de este mundo en manos de Dios, sino que la corrección de todas ellas es la realización del mensaje del Sermón de Montaña.
Nadie está en mejor posición para realizar esa labor que los jueces. No es por nada por lo que su función ha sido comparada con la de dioses. Con las decisiones que toman todos los días transforman vidas, las rescatan o destruyen, reparan injusticias o crean nuevas. Pocas labores influyen y afectan la vida de tantas personas en momentos clave de su existencia. Es por esto que el juez necesita una dosis de sabiduría, de conocimiento de la realidad social en que juzga y un sentido de su obligación moral más altos que la del común de los mortales.
Esta es una convicción que vemos perderse en nuestra sociedad. Las injusticias y la corrupción se toleran, se promueven a veces, se ven a diario y nadie hace nada al respecto. El gremio de abogados tiene la posibilidad de revertir esta situación, pues tiene el privilegio de elegir a las personas que serán candidatos a ocupar los cargos de magistrados de la Corte Suprema de Justicia y lo hará nuevamente el próximo 18 de marzo. Al momento de ejercer ese derecho extraordinario es que los abogados debemos recordar como nunca antes los principios morales que nuestros padres quisieron inculcarnos y según los que quisiéramos que nuestros hijos se guíen. Al fin y al cabo, es una facultad que pone en nuestras manos el destino del país.
Lamentablemente, el gremio de abogados no ha estado a la altura de la misión que se le ha encomendado. A la próxima elección, como a todas las anteriores, vemos competir por las candidaturas a algunas personas que es del dominio público que no reúnen las cualidades intelectuales y sobre todo éticas que debe tener un juzgador y que sabemos que acuden a la contienda motivados por las más reprobables ambiciones. Lo peor de todo es que en cada elección resultan electos muchos de ellos.
¿Qué debemos pensar de los que hacen campaña personal prometiendo toda clase de prebendas y gangas? ¿Les gustaría ser juzgados algún día por ellos?
El CEJ les propone para que voten por los abogados Ernesto Arrieta Peralta, Rodolfo Borjas Munguía, José Ernesto Criollo, Francisco Rafael Guerrero, José Belarmino Jaime, Óscar Humberto Luna y Evelyn Roxana Núñez Franco, quienes llenan los requisitos constitucionales, en especial el de moralidad y competencia notoria, tienen la ventaja de ser especialistas en diferentes ramas jurídicas y de tener experiencia en los distintos aspectos que involucra la administración jurídica: han sido litigantes, jueces, funcionarios públicos del más alto nivel, catedráticos y capacitadores de la Escuela de Capacitación Judicial y han pasado las pruebas de estos ejercicios como personas probas.
El próximo 18 de marzo será una ocasión importante para que el gremio de abogados demuestre su compromiso con la decencia y la ética o la falta del mismo. Es una ocasión que tendrá trascendencia inmensa por su significado para la vida del país, para la de los votantes y porque, tenemos la convicción, que los que tienen hambre y sed de justicia algún día serán hartos.
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