Centro de Estudios Jurídicos
En 1991, cuando la Asamblea Legislativa se disponía a reformar el art. 80 de la Constitución, para incluir entre los funcionarios de elección popular a los diputados al Parlamento Centroamericano, el Centro de Estudios Jurídicos se pronunció en el sentido de que la reforma no debería hacerse, por razones jurídicas. Señalamos que son las leyes secundarias las que deben adaptarse a la Constitución y no a la inversa; que nada impedía que tales diputados fueran electos por mandato de ley secundaria; que no debía alterarse el texto constitucional para incluir en él a una institución que comenzaba su existencia de una manera precaria; que el organismo podía cambiar de nombre y naturaleza en un futuro, lo que crearía una incongruencia en el texto constitucional que obligaría a otra reforma. Naturalmente, no fuimos escuchados; prevaleció la arrogancia de unos pocos políticos al conocimiento de los expertos en derecho constitucional y la reforma se llevó a cabo. Además, el año pasado, la Asamblea Legislativa reformó el art. 133 de la Constitución para dar al PARLACEN y a los diputados salvadoreños en el mismo, iniciativa de ley en materias de integración centroamericana. Ahora parece ser que el PARLACEN va a desaparecer. ¿Cómo queda nuestra Constitución?
De la simple lectura del tratado que dio origen al PARLACEN podíamos predecir que iba a fracasar, si no se reformaba en breve plazo, o que iba a convertirse en un elefante blanco sin propósito alguno. Entonces, igual que ahora, nadie sabía cuál era su utilidad. Se trata de un organismo sin funciones ni atribuciones sustantivas, que sólo sirve como centro de contacto entre políticos de la región, sin agenda ni propósito alguno. Los costarricenses tuvieron razón al no participar en él.
En la mente de muchos salvadoreños el PARLACEN se convirtió en sinónimo de corrupción. Muchos lo miran sólo como un despilfarro de fondos públicos, como una fuente de ingresos para políticos favorecidos por sus partidos para los que no hay cargo en el gobierno de turno, como un cementerio de políticos cuya época ha pasado. En los últimos años, dado algunos casos notorios, se ha visto como fuente de inmunidad de delincuentes. Aunque esta opinión fuera excesiva, es cierto que es la de muchos.
Ahora, ante el inminente resquebrajamiento de la institución, la fracción salvadoreña en el PARLACEN intenta dar vida a un organismo que nunca la tuvo, y defender sus salarios, con una propuesta de reforma que pretende convertirlo en una proyección de la Asamblea Legislativa salvadoreña, tan desprestigiada según las encuestas de opinión. El resultado sería politizar el proceso de integración centroamericana, desplazando a los técnicos que deben conducirlo, y hacerlo fracasar.
Si el proceso de integración centroamericana es serio, algún día tendrá que haber un parlamento regional que funcione: con atribuciones reales y decisiones vinculatorias. Para que exista es necesario que los países centroamericanos definan claramente sus metas y propósitos integracionistas finales, lo que no han hecho hasta ahora, sino que van creando metas en el camino. También es necesario que los países demuestren su efectiva voluntad de comprometerse con el proceso y que se consoliden los organismos administrativos que lo hacen funcionar efectivamente. Tomemos como ejemplo a la Unión Europea, en donde el organismo parlamentario surgió en una etapa mucho más avanzada del proceso integrador. Mientras tanto, reconozcamos la realidad: el PARLACEN fue una idea inoportuna, que produjo un organismo sin ninguna utilidad. Dejémoslo morir con dignidad y resucitémoslo cuando sea factible.
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