lunes, 29 de enero de 2007

Sin señales de cambio en la política nacional

Por el Imperio del Derecho / Centro de Estudios Jurídicos


En los primeros días del año, los signos de cambio en la vida institucional del país no aparecen ni por asomo. La campaña publicitaria sostenida del Gobierno hacer ver que está empeñado en afrontar el problema delincuencial, pero las versiones individuales de algunos miembros del Gabinete hacen presumir que no existe un plan o estrategia definida, que en forma eficaz enfrente la solución; lo que ha permitido que de nuevo a la principal fuerza de oposición se le sirva en bandeja la excusa, por cierto ya no creíble, que esa es la única razón por la que se opusieron a la aprobación de un préstamo internacional destinado a dicho fin.


Las intervenciones de algunos diputados de los dos principales grupos parlamentarios de la Asamblea Legislativa pusieron en evidencia que ni unos ni otros son capaces de presentar un discurso con contenido que convenza y siguen con un enfrentamiento estéril que busca un simple protagonismo y beneficio a sus intereses partidistas.


Cuando de solucionar problemas de beneficio colectivo se trata, como el tema relacionado con el medio ambiente, con sorpresa perpleja se observa que en lo único en que se ponen de acuerdo esos grupos parlamentarios es en abstenerse de conocer oportunamente lo que corresponda y en mandar a que se “estudie” de nuevo el asunto en la comisión respectiva.


Peores señales dieron los políticos al frustrar un intento de suscribir un acuerdo que formalmente reiterara el compromiso de procurar un futuro mejor para los salvadoreños especialmente en el referido a la paz social. Esta circunstancia opacó la conmemoración del décimo quinto aniversario de los Acuerdos de Paz, cuya firma si bien se atribuye al esfuerzo de un gobernante, históricamente constituye un verdadero logro del pueblo salvadoreño, que es quien sufrió estoicamente los momentos más difíciles de los años de la guerra.


Esta entidad hace un llamado a todas las fuerzas políticas representadas en la Asamblea Legislativa para que abandonen esa actitud simplemente partidista que en nada contribuye al genuino bienestar de la población, y que muestren una disposición sana, objetiva y definida en la solución de los grandes problemas que nos aquejan. Si algún asomo hubiera de esto, alguna esperanza se tendría de empezar a construir algún prestigio de la clase política, del cual actualmente carece. Para los diputados de uno y otro lado todo pareciera que marcha sobre ruedas en El Salvador, cuando aquella se queja de la dura realidad que vive día a día.


El simple transcurso del tiempo, que va marcando los pasos de la historia, se ha convertido en el peor enemigo de los políticos, quienes cuando menos sientan se ha pasado el periodo de sus mandatos sin que se hayan cumplido las promesas de campaña; historia que sangra las esperanzas y las ansias de un pueblo que quiere vivir en paz y en tranquilidad, con seguridad y oportunidades de trabajo. Hoy más que nunca la ciudadanía está atenta al devenir diario de las actuaciones de quienes dicen ser sus representantes, para expresar opinión y tratar de influir en sus ánimos, o para guardarse la misma hasta el momento del ejercicio del sufragio.


La clase política con su actuar solo demuestra al pueblo, a quien se debe, que sus discusiones y actuaciones no obedecen a los intereses de aquel, sino que hacen de aquellas asuntos exclusivos de palacio, ajenos e ignorantes del sentir de la nación.


Ojalá que esta situación cambie en el futuro cercano y que veamos una reacción positiva de los destinatarios de nuestras ideas, abandonando un discurso torpe e ineficaz, por uno sólido y con contenido, acompañado de hechos que lo respalden. Si esto fuera así el pueblo los premiará; si no sin duda los castigará.

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