El último debate parlamentario relativo al conocimiento y aprobación de los préstamos internacionales, de los cuales se ha hablado en las últimas semanas, ha puesto en evidencia la profunda polarización de la clase política. El enfrentamiento entre las dos fuerzas parlamentarias mayoritarias ha carecido y carece de la seriedad con que se deben abordar los temas de interés nacional. Se ha visto y escuchado a los representantes de la patria sumergidos en una retórica sin contenido, caracterizada por las imputaciones sin pruebas de uno y otro lado, que de no ser por la “inmunidad” de que gozan los diputados esta es hora de que hubiera una proliferación de demandas por delitos contra el honor y la imagen.
Pensamos que las diferentes maneras de ver la cosa pública y los variados criterios de cómo se deben manejar los asuntos de gobierno no son por sí mismas malas, sino que deben ser el reflejo de un ambiente de democracia dentro del cual cabe el ejercicio del libre pensamiento y libre expresión de ideas. Sin embargo, pensamos que no hay conciencia de los políticos, especialmente de aquellos que ahora ostentan la calidad de diputados, porque es indudable que han perdido la noción de un sistema de gobierno representativo. El mandato conferido a los diputados si bien incluye el respeto a la base de pensamiento ideológico de cada uno de ellos, descansa sobre todo en la instrucción de resolver los problemas de la vida nacional, con base en el respeto y derecho de otro, pero más aún en los bien entendidos intereses de la población.
El sentimiento de frustración del pueblo no es que haya o no haya aprobación de determinado asunto; el pueblo ha puesto a los diputados a velar por los intereses generales; el mandato que les ha dado, en la interpretación de los resultados eleccionarios, es el de poner todos sus esfuerzos a los entendimientos y a la concertación; es el de dotar al país de un marco legislativo que contenga reglas de juego claras y transparentes en todos los órdenes. En todo eso es que el pueblo puso y ha puesto la confianza, por eso votó.
Pero otra cosa es lo que se está haciendo. Al final del día, ahora empiezan elucubraciones que todo ha sido un mero manejo político partidario; hoy se dice que ni a uno ni a otros les interesaba el fondo de la discusión sobre los préstamos; que ha sido un manejo de políticas partidistas de cara ya a las futuras elecciones.
Ya es tiempo de hacer un alto en el camino y hacer un verdadero examen patriótico que determine un cambio de actitud en el ejercicio de las funciones públicas. Todos, pero todos los salvadoreños, por convicción y por conveniencia ciudadana, debemos influir a los propósitos de potenciar un diálogo nacional que siente las bases y reglas de un debate general, que propicie las formas republicanas y representativas de nuestra forma de gobierno. No hay tiempo para seguir en una contienda estéril, en la que no se entra a conocer y discutir las reales necesidades de la población y en la que lo único que se advierte son movimientos de una simple estrategia partidista.
Ojalá que el resultado de esa última plenaria haga reflexionar a los señores diputados, en el sentido de establecer formas de entendimiento que evite en todo lo posible ocupar el recinto legislativo para pobres discursos que ignoran los claros mandatos de la nación. Nadie puede desperdiciar la oportunidad que nos dejaron todos aquellos que derramaron su sangre en aquella confrontación armada de la sin razón; hacerlo no es sino un verdadero delito de lesa humanidad.
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