lunes, 18 de febrero de 2008

¿Y a mí en qué me afecta la piratería?

Por el Imperio del Derecho / Centro de Estudios Jurídicos


Muchos afirman que la piratería permite comprar producto barato y que quienes pierden son las millonarias multinacionales fabricantes de software, vestuario, música y videos. No obstante, podemos señalar algunas consecuencias dañinas:


Seguridad y orden ciudadano. La proliferación de vendedores ambulantes de productos falsificados que deambulan por las calles ofreciendo los productos a los conductores o que instalan improvisados estantes en forma caótica y caprichosa genera inseguridad y desorden en nuestras ciudades. En un país que se promueve como destino turístico y que pretende mostrar limpieza, orden, belleza y atractivos escenarios urbanos, de playa y montaña, es contrastante ver en cada esquina además de los horribles rótulos y postes de telefonía y electricidad, la desagradable escena de desorden de estos comercios y basura a su alrededor. Tales imágenes darían argumentos a los turistas y agencias de viajes para recomendar a nuestro país como destino de tercera clase.


Competencia desleal. Una gran mayoría de los comerciantes de la calle no posee ningún tipo de autorización por parte de las autoridades correspondientes, y desde luego no pagan impuestos, por lo que no tienen la misma carga económica y burocrática que los comerciantes legalmente establecidos. Igualmente hay casos de empresas legalmente establecidas que venden productos falsificados y frecuentemente de contrabando, afectando a comerciantes que venden producto legítimamente marcado y por supuesto defraudando al Estado que deja de percibir los correspondientes impuestos.


Menosprecio al producto nacional, desincentivo a la creatividad y conductas perjudiciales de consumo. La piratería de vestuario, zapatos y accesorios ha ido en crecimiento debido al afán que muchos tienen de estar a la moda o ser “aceptados” en ciertos estratos sociales. Y esto se comprueba con los resultados de encuestas realizadas sobre el nivel de conocimiento con que los consumidores adquieren estos productos, revelándose que la gran mayoría son sabedores que compran producto falso. Con esto demostramos un desprecio a marcas y productos nacionales, así como una actitud poco equilibrada como consumidores, ya que preferimos adquirir una camisa de marca internacional falsificada y de mala calidad que una camisa de fabricación salvadoreña de buena calidad, desincentivando el crecimiento e innovación en nuestra industria. Otro ejemplo lo encontramos en la piratería de software, pues se insiste en copiar indebidamente programas de determinadas marcas internacionales, cuando podrían utilizarse programas gratuitos que abundan en internet o que es fácil conseguir. El mismo gobierno gasta millones en licencias de marcas internacionales, cuando podría obtener programas gratuitos, que incluso son más seguros frente al ataque de virus.


La piratería es una pequeña muestra de que en nuestro país no se respetan las leyes ni los principios éticos básicos. Los ciudadanos tomamos una actitud de aceptación de lo indebido, considerándonos incluso como más listos que los que compran producto legítimo, al haber pagado mucho menos que este por un producto de la “misma” marca.

Se trata, en fin, de igual pasividad y desprecio que mostramos hacia otros “pequeños” problemas de la sociedad: irrespeto a las señales de tránsito, botar la basura donde nos dé la gana, ensuciar una pared ajena, etc. Esas situaciones aparentemente triviales, que no constituyen motivos de preocupación para nadie, y la apatía de las instituciones para resolver los problemas de la comunidad terminan desencadenando enormes daños sociales.


No se trata de hacer o remendar leyes en una maquila, sobradas de declaraciones de buenas intenciones y de “graves” penas que no asustan, sino de poner en práctica un proyecto nacional que mejore nuestro respeto por las cosas ordinarias o comunes, nuestras actitudes como consumidores, que se busque una alternativa de trabajo para los que comercian con productos falsificados, que el propio gobierno nos dé muestras de austeridad e inteligencia como consumidor y que se den señales más claras de aplicar leyes razonables de manera igualitaria.

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