lunes, 22 de diciembre de 2008

Constitución, el marco para una sociedad mejor

Por el Imperio del Derecho / Centro de Estudios Jurídicos


El 20 del presente mes se cumplieron veinticinco años de vigencia de la Constitución de la República y recordamos los emotivos debates parlamentarios previos a su aprobación; las ideas fueron expresadas con libertad por los diferentes grupos políticos allí representados.


Recordamos con nostalgia aquellos diputados con sus brillantes intervenciones, aguerridos en el uso de la palabra y defendiendo con pasión sus principios y valores recogidos en sus fracciones políticas. Intensas horas de trabajo, de negociaciones, de luchas interpartidarias, de creatividad para salir adelante por la expectativa generada en la sociedad. El peso de la responsabilidad era muy fuerte.


En la historia reciente de nuestro país, esos debates han sido lo más cercano que hemos visto en los políticos durante la creación de normas que buscan el respeto a las diferentes posturas ideológicas, la armonía ciudadana y la prevalencia del interés social común sobre los de carácter individual o grupal.


Fue simbólico el hecho que, por un lado, ese espacio libre permitió la expresión de las diferentes posturas partidarias; por el otro, afuera, el país se desangraba en una guerra fratricida, derivada precisamente de la ausencia de discusión de ideas, de la falta de respeto a la voluntad popular y las condiciones deplorables de vida de la mayor parte de la población.


La Constitución recoge el pluralismo político, eso significa que pueden existir y convivir grupos socialistas, comunistas, izquierdistas, fascistas, derechistas, conservadores o liberales, como quiera llamárseles, toda vez que cumplan los requisitos formales para su configuración y se ajusten a las consideraciones de respeto al orden jurídico.


La primacía del interés social sobre el particular implica que todas las acciones institucionales vayan encaminadas a la búsqueda del bienestar y conveniencia de la mayoría de ciudadanos; sacrificar los intereses y privilegios de personas o pequeños grupos para favorecer a las mayorías es el deber ser de la Carta Magna.


Recordamos especialmente de aquellas jornadas de creación del texto constitucional dos cuestiones que ocuparon largas horas: la eliminación de la pena de muerte para delitos comunes y el orden económico, en especial, la limitación de tenencia de tierra en manos individuales o colectivas.

Los Acuerdos de Paz dieron origen a normas complementarias de la Constitución sobre asuntos pendientes, como el fortalecimiento del sistema judicial, la creación de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos y la Policía Nacional Civil, entre otros relevantes.


Nos consta que los constituyentes de los diferentes partidos políticos entregaron todo de sí para dejar como legado una Constitución moderna y con principios democráticos definidos; también, que la fracción beligerante, que no participó en la discusión del texto, puso más tarde su necesaria contribución para el fortalecimiento institucional.


Nuestro reconocimiento a los hombres y las mujeres que dedicaron tiempo y esfuerzo a la construcción de la obra, en especial a quienes se presentaron como verdaderos protagonistas, entre ellos, Luis Nelson Segovia, Ricardo González Camacho (QEPD), María Julia Castillo, Hugo Carrillo Corleto, Julio Adolfo Rey Prendes, Rafael Morán Castaneda, Guillermo Antonio Guevara Lacayo y Mercedes Gloria Salguero Gross.


Estos artesanos entregaron una obra acabada, mejorada con los Acuerdos de Paz; sin embargo, es difícil aceptar que la norma primaria ha sido respetada y cumplido sus objetivos.


Vivimos la paradoja de contar con una moderna Constitución, acorde a los tiempos, pero la realidad nos demuestra la incongruencia y el caos en los órdenes políticos, sociales y económicos, fomentados muchas veces desde las propias instituciones. Los idealistas constituyentes se sentirán frustrados al ver el desprecio a su obra, especialmente por los funcionarios que juran su cumplimiento al asumir sus cargos. En este aniversario, exhortamos a los funcionarios a supeditarse a la Constitución y con seguridad alcanzaremos una mejor sociedad dibujada por sus redactores.

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