lunes, 19 de enero de 2009

Hoja de ruta para la próxima Asamblea

Centro de Estudios Jurídicos / Por el Imperio del Derecho


El presente año amenazado con malos augurios económicos debe ser contrarrestado por la buena voluntad de los partidos políticos de responder a los intereses colectivos, dejando de lado la confrontación permanente que contemplamos hasta en asuntos triviales. Lo más seguro es que ningún partido obtenga la mayoría absoluta, por lo que no habrá tentaciones de monopolizar las ideas y de no escuchar a las minorías; pero habrá que evitar la ingobernabilidad y la práctica de acudir a negociaciones oscuras entre partidos políticos.


En tiempo de crisis es necesario buscar conjuntamente soluciones; pero es urgente llegar a un estado de madurez política para entender que las negociaciones partidarias no deben estar orientadas a cambiar votos por favores personales o reparto de instituciones, en las que se nombra funcionarios carentes de idoneidad, se ocultan delitos y delincuentes y se establecen obediencias a partidos y personas sin buscar el bienestar del país.


No esperamos tampoco que la Asamblea Legislativa pierda o abandone su función deliberativa con acostumbrados y encendidos debates, que en algunos casos resultan inevitables. Desde luego tampoco es una invitación para tomar ejemplo de países asiáticos u otras naciones latinoamericanas, en los que hemos visto que los diputados cuando las palabras no son suficientes recurren a la violencia física dándose de golpes recíprocos. Es un llamado a asumir actitudes superiores para apoyar propuestas ciudadanas o del adversario si son razonables y justas.


Hay decisiones tan importantes para la nación, como la creación de leyes, nombramientos de Fiscal General, Magistrados para la Corte Suprema de Justicia, Procurador para la Defensa de Derechos Humanos o Presidente para la Corte de Cuentas, entre otros, que son necesarias intensas reflexiones alrededor de los postulados.


Es cierto que conforme a la Constitución los diputados representan al pueblo entero y no a sectores especiales; pero los administrados no concedemos esta representación como un cheque en blanco para que puedan abusar de ella. Los vínculos entre el ciudadano y el diputado no nacen y mueren el día de las elecciones.


El constante diálogo con la comunidad, la efectividad en el desempeño, la capacidad para el entendimiento entre las diferentes fracciones partidarias sobre asuntos básicos de funcionamiento institucional, son los presupuestos indispensables para confiar en nuestros representantes en el poder. Y es que en las democracias avanzadas el ciudadano deja de ser un sujeto pasivo en su relación con el parlamentario, para convertirse en su propio control.

Independientemente de quién tenga la mayoría de diputados, alcaldes o del que triunfe en las próximas elecciones presidenciales, no cabe duda que deberíamos comenzar una nueva era en el escenario político salvadoreño, en la que los esquemas tradicionales de los partidos están agotados y hay mayor creatividad para afrontar los retos.


Estas transformaciones de fondo que la decadencia y las crisis imponen a los políticos pasan por potenciar los valores éticos, promover la transparencia en sus actuaciones y la rendición de cuentas, pero sobre todo, surgen como indispensables las nuevas relaciones y vínculos entre la población y los detentadores del poder; dentro de ese escenario, la sociedad civil organizada, como iglesias, universidades, asociaciones profesionales y empresariales, organismos no gubernamentales, sindicatos, tanques de pensamiento y otros, son los llamados a jugar un papel trascendente a favor del ciudadano.


Ojalá que las leyes aprobadas en la nocturnidad y sin debates, que el desconocimiento o la inconsciencia en las iniciativas que se respaldan, que la falta de transparencia en ciertas actuaciones, los oídos sordos al clamor popular, la negación a la participación ciudadana y la nula rendición de cuentas en asuntos relevantes en el seno de la Asamblea Legislativa, sean cosas del pasado.

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