Centro de Estudios Jurídicos / Por el Imperio del Derecho
A escasos días para que los salvadoreños acudamos a las urnas a elegir nuestro próximo presidente, somos testigos de una de las más deplorables campañas políticas en la reciente historia democrática del país. Basta con ver la portada de un periódico, sintonizar la radio o la televisión para darnos cuenta del lenguaje virulento de algunos competidores, militantes, políticos, funcionarios, columnistas, simpatizantes y otros, que realizan en contra del adversario ideológico. Es fácil advertir un irrespeto y falta de consideración hacia las opiniones o prácticas del otro. Esta intolerancia desata sentimientos de odio que desencadenan acciones violentas y delictivas.
Tales actitudes de nuestra clase política están siendo un triste ejemplo para nuestra niñez y juventud que perpleja y confundida observa de sus representantes los métodos para alcanzar el poder político, basado en la palabra ofensiva, la mentira, en la saña, y en cualquier acción baja que le permita a toda costa reducir o disminuir ante la sociedad a su adversario.
En una entrevista de hace unos días, el profesor Manuel Alcántara, investigador español de la Universidad de Salamanca y consultor de FUSADES, decía al referirse a nuestro país: “... Hay prensa que insulta. Esa prensa que insulta no es buena prensa, ni siquiera liberal, porque en el principio del liberalismo está el respeto a las personas”.
Los que vivimos y conocimos los tiempos de la guerra, al margen de las dos fuerzas que la hicieron, ahora representadas por los dos partidos políticos, seguimos reclamando y exigiendo la construcción de un país digno, en paz, justicia, con un desarrollo económico y social, sin exclusiones. En donde nuestros objetivos primarios estén en ayudar a salir a nuestros conciudadanos de la pobreza y analfabetismo, a reconstruir el tejido social de la familia que se vio diezmada por la guerra, en detener el flujo de inmensos grupos de salvadoreños que a diario viajan hacia Estados Unidos en busca de mejores oportunidades porque en nuestro país no las tienen, controlar los altos índices de homicidios que a diario enlutan a la familia, buscar y alcanzar la tan anhelada reconciliación. Una sociedad que se aprecia reconociendo su pasado más reciente y viendo su futuro con esperanza no debe por ningún motivo dejarse someter a los dictados de grupos cuyos intereses son distintos a los de la inmensa mayoría. Los principios y valores con que descansa nuestra nación y los que dieron paso a la firma de los Acuerdos de Paz, como la libertad, la solidaridad y la justicia, deben ser la inspiración de todos para luchar en preservar tan altos ideales patrios.
Ahora los dos polos que hicieron la guerra y la paz están enfrentados en campaña política, sumando a veces apoyos que les empujan a la violencia verbal y se olvidan de los ciudadanos y sus aspiraciones. Muchas propuestas cuerdas venidas de la sociedad civil son ignoradas, tales como eliminar la pinta y pega en las calles, que se han convertido en pleitos de territorio, o la sugerencia para que los candidatos se reúnan públicamente para expresar su respeto mutuo, que bajaría tensiones en los niveles mas bajos de su militancia, poniendo realidad en las personas que creen que las órdenes de marcar espacios deben ser cumplidas a costa de su vida, o los discursos son ciertamente declaraciones de odio, guerra y enemistad de muerte. La democracia exige mayor responsabilidad y consideración a los ciudadanos.
El Centro de Estudios Jurídicos fiel a sus postulados hace un llamado a las fuerzas políticas en contienda, a los medios de comunicación y a los poderes fácticos, al orden, a la convivencia pacífica y a las más elementales normas del respeto; así como aceptar sin ambages los resultados electorales de este próximo 15 de marzo. Y a todos los salvadoreños a acudir masivamente a ejercer su derecho y deber de votar.
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