lunes, 16 de julio de 2007

La actividad gremial de los abogados

Por el Imperio del Derecho / Centro de Estudios Jurídicos


Sin duda alguna los gremios profesionales surgen, en general, con el propósito de organizar la defensa de los intereses de un sector profesional, cualquiera que sea; y, por supuesto como una forma de organización sectorial de la llamada sociedad civil. En tal sentido, es muy común ver que determinados profesionales desarrollan una serie de actividades tendientes a dar a conocer los beneficios que conlleva estar agremiados, así como proporcionar información de carácter científico de la rama que se trate, o llevar adelante programas culturales, tan necesarios en esta época de desarraigo cultural en que se encuentran casi todas las disciplinas del saber.


Esa orientación es la que debería inspirar el giro fundamental de las gremiales de abogados. En el área del Derecho, nuestro país está pasando por momentos muy críticos que demanda el más alto sentido de responsabilidad cívica de los abogados de esta nación. Debería verse a las gremiales de abogados preocupadas por los signos de deterioro de la institucionalidad; por el análisis de las leyes, cuyos fundamentos no obedecen a criterios de una verdadera política legislativa o que son el fruto de un manejo del orden jurídico con justificaciones partidistas; por la intromisión de entidades políticas, constitucionalmente representantes de la población, que se inmiscuyen en actividades que lindan los bordes de la ilegalidad. En fin, deberían las gremiales de abogados estar presentes en actividades con un contenido serio y contributivo frente a los grandes problemas del país. Esto es lo que nos dará prestigio, en el marco de una profesión que ha sufrido los embates de la deshonestidad y el mercantilismo exacerbado al comercializar y consumir títulos, no de dudoso origen, sino de una clara procedencia fraudulenta.


El país necesita a los abogados organizados, pero no para verlos convertidos en grupúsculos afanados simplemente en alcanzar puestos de magistrados o concejales; no para cohonestar en forma servil intereses meramente partidarios; no para servir de plataforma formal para entrega de reconocimientos o distinciones, como forma de congraciarse o pagar favores recibidos; no para defender la incapacidad y la corrupción; ni tampoco, en fin, para servir de fachada a grupos privilegiados que no tienen entereza para expresar sus propias opiniones. No. El Salvador quiere que el gremio de abogados se prestigie; que haya miembros del foro de alto nivel académico y científico; que haya juristas cuya trayectoria de respeto y amor a la patria sean ejemplos para las futuras generaciones; que entre los hombres de leyes se destaquen aquellos dedicados, con abnegación y altos méritos, a la formación de los nuevos abogados que, con probidad y sabiduría, impartan pronta y cumplida justicia; doctores y licenciados que desde la palestra política haga sentir la razón, la prudencia y la equidad.


Los abogados debemos estar conscientes de que lo que demanda la patria en estos momentos no es ocuparse de trivialidades de estéril contribución al gremio y a la patria, sino de atender el llamado a jugar un relevante papel en el proceso de reconstrucción de nuestro país, ya sea en el correcto asesoramiento de los agentes que deben impulsarlo, o en la solución de controversias que dicho proceso genere, pero tomando en consideración, antes que nada, el imperio del derecho, el respeto de los derechos humanos y la vigencia de la democracia.


Por todas estas razones, los jóvenes abogados en el libre ejercicio de su profesión o desempeñando funciones públicas deben convertirse en la fuerza que puje por el rescate de la noble función del abogado, y juntamente con aquellos que ya han recorrido un buen trecho del camino profesional, determinen los nuevos senderos del derecho en El Salvador, para que en el futuro los hombres de leyes volvamos a ser y a ver, y a formar parte de un foro que prestigie a la nación. Por ello, los estatutos constitutivos de las gremiales de abogados no deben ser simples declaraciones de principios que se guardan, por cobardía o pusilanimidad, ante el llamado de la patria a atender las responsabilidad que verdaderamente corresponde.

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