lunes, 10 de diciembre de 2007

País de renta media y corrupción media

Por el Imperio del Derecho / Centro de Estudios Jurídicos


El desempeño de los distintos países en el quehacer de sus actividades sociales, económicas, políticas, medio ambientales, etc., se mide conforme parámetros técnicos establecidos por organismos internacionales que dan seguimiento a dichas actividades.


Así han quedado establecidos, y gozan de aceptación general, diferentes formas de medición sobre tal desempeño, y tenemos, por ejemplo, que para medir el crecimiento económico de un país se usa el índice del producto interno bruto; para medir la riqueza, el índice del ingreso per cápita; para medir el costo de la vida o la inflación, el índice de precios al consumidor; para medir la pobreza y la extrema pobreza, el índice de la canasta básica; y, en fin, para medir la seguridad ciudadana, los índices delincuenciales, particularmente los homicidios cometidos en cierto período.


Actualmente, a raíz del fenómeno de la globalización, se han establecido nuevas formas de medición, y así se habla de mercados emergentes para referirse a países con ingresos modestos pero con gran crecimiento debido al desarrollo de sus economías, entre los que se citan a China, la India, Sudáfrica, Brasil y México. El Banco Mundial, además, clasifica a los países en tres grandes grupos de acuerdo con su producto interno bruto: países de renta baja, media y alta, y conforme sean clasificados pueden aprovechar nuevos mecanismos de ayuda y cooperación internacional. Para el caso, El Salvador aplicó para obtener los beneficios del fondo creado por Estados Unidos denominado la Cuenta del Milenio, y ha conseguido una ayuda considerable.


Lo curioso es que, no obstante que los Fondos del Milenio fueron concebidos para otorgarse a países de renta baja, El Salvador obtuvo más de $460 millones para el desarrollo de la zona norte, a pesar de que ha sido clasificado como país de renta media por registrar una renta per cápita arriba de $746 y menos de $9,205. El Salvador es el primer país de renta media en obtener esos recursos.


En la Cumbre Mundial de los Países de Renta Media, celebrada en nuestro país en octubre pasado, la propuesta salvadoreña fue que “para la asignación de cooperación en el futuro se tomen en consideración los niveles de desarrollo humano, los índices socioeconómicos... lucha contra la corrupción, respeto a la democracia y los derechos humanos y otros”. Aparte de las alabanzas implícitas, la propuesta conlleva dejar de lado la razón de ser de esta clase de programas de cooperación internacional, que han sido concebidos para ayudar a los países según la clasificación mencionada, y a los que no tendríamos acceso si no fuera por la actitud dual de hacernos pasar como país de renta baja cuando nos conviene. Además, sigue presente el problema de la corrupción, aunque se hable de luchar contra ella.


En efecto, en el evento realizado la semana pasada denominado II Semana de la Transparencia y Valores Éticos, se dio a conocer que a El Salvador se le clasifica como país de corrupción media, calificándolo con una nota de 4 en una escala de 0 a 10, en la que cero se le asigna a un país donde la corrupción es total y diez a un país con cero corrupción. Esto evidencia con crudeza el problema a que tantas veces nos hemos referido en nuestros artículos, denunciando este mal social, la gravedad de este y la nefasta incidencia en la vida nacional. Pero ante esta realidad, sería verdaderamente lamentable que ahora nos consoláramos diciendo que si bien nuestro país no es tan honrado tampoco es tan corrupto, que solo somos un país de corrupción media.


Aliviados estaríamos si a nuestra realidad social se le da este tratamiento, o si tranquilamente se la deja pasar desapercibida, actitud que a un centro del pensamiento como el nuestro le resulta totalmente inaceptable.

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