lunes, 17 de agosto de 2009

El crimen nuestro de cada día

Centro de Estudios Jurídicos / Por el Imperio del Derecho


Lo que en su momento fue denominado como una oleada de violencia y crímenes ha pasado a convertirse en una realidad perenne: asesinatos, violaciones, extorsiones y secuestros son los temas reincidentes que día a día tiñen las páginas rojas de los periódicos. La sociedad salvadoreña esconde su indignación bajo una cortina de terror impenetrable, que evita en la gran mayoría de casos que los hechos delictivos sean denunciados para al menos engrosar las estadísticas gubernamentales. Casos tan terribles como el de un bebé de trece meses degollado o el de una madre de familia que siendo víctima de un secuestro fue cobardemente asesinada, llegan a nuestros oídos día a día.


Mientras tanto, el aparato gubernamental se muestra confundido y dividido, enviando señales de debilidad al crimen organizado que avanza a paso veloz en esta guerra llena de impunidades. Así, la falta de elección de un fiscal general es un signo inequívoco del lugar que ocupa el problema delincuencial en la escala de prioridades de nuestros diputados. Y es que por el papel crucial que juega dicho funcionario en esta lucha, urge en demasía la elección de un fiscal idóneo. En tal sentido, el Centro de Estudios Jurídicos considera que, aunque suene como un cliché trillado, es necesario que los partidos políticos dejen de lado sus intereses particulares y antepongan los de la Patria, y que procedan a dicha elección. Bajo esta misma tónica, es imperante que se elija al nuevo procurador general de la República por cuanto también tiene un papel importante que jugar en esta problemática.


Lo anterior constituye únicamente el primer paso para resolver esta caótica situación. Es fundamental además escuchar la opinión de otras instituciones involucradas, como el Órgano Judicial, la entidad policial, la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, entre otros. Asimismo, es necesario otorgarle a la empresa privada el papel que le corresponde en esta lucha, para sacarla así de su victimismo y que asuma un papel protagónico, como hace algunos años lo hizo contra el flagelo del secuestro. Y es que, siendo este sector uno de los más afectados, es innegable que su participación puede ser determinante en la solución del problema.


Es imperioso encontrar soluciones creativas que abarquen todas las aristas de la crisis de inseguridad nacional, entre ellas, la prevención del delito mediante el apoyo a niños y jóvenes propensos a engrosar la lista de pandillas y otras bandas delincuenciales. Ya ha sido señalado por otras fuentes la necesidad de dotar a fiscales y policías de las herramientas científicas necesarias para la investigación de los hechos delictivos. Lo anterior implica no solo inversión en la compra de instrumentos, sino también, en la capacitación óptima de su personal. Cabe mencionar que uno de los puntos débiles de estas instituciones lo constituye la corrupción interna, razón por la cual la investigación de las estructuras criminales puede iniciar desde adentro de la PNC y la FGR mediante la utilización de agentes encubiertos que ayuden a detectar aquellos elementos putrefactos que las corroen.


Además, es necesario que el ministro de Seguridad asuma un liderazgo más activo en su cargo y envíe señales claras y concretas en el manejo de la crisis de inseguridad, la cual alcanza ya dimensiones estratosféricas. Es claro que el problema no puede ser resuelto de forma unilateral por el Ejecutivo, por lo que ha llegado la hora de buscar consensos en la búsqueda de soluciones creativas. Buscar culpables en Administraciones anteriores o actuales sirve ya de poco. Las estadísticas oficiales no pueden medir el temor, y en muchos casos el pánico, que sufre la población. Ciudades enteras viven a merced de estructuras delincuenciales que amenazan sus vidas y patrimonio. La tranquilidad de estas personas se ha convertido en un bien escaso. Urge pues, escuchar sus gritos de auxilio.

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